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Monells

Aunque es posible un pasado romano, avalado por el hecho de estar en el trayecto del Camino de Empúries, las primeras referencias escritas sobre Monells datan de finales del siglo IX, (889-890).
El origen etimológico latino de Monells, parece ser, significaría “pequeños molinos”.
La Iglesia de Sant Genís data de 1019, s. XI. La nave y el ábside actuales datan del siglo XIV y la fachada es barroca.
En la segunda mitad del s. XI en una colina situada en la orilla derecha del Rissec se construye el castillo.
El señor de Monells, Ramon Otger, de acuerdo con el conde de Barcelona Ramon Berenguer III, traslada en 1102 el mercado semanal de Anyells, anterior al s. XI, en Monells, junto al castillo. Es la actual plaza porticada. Las medidas de Monells fueron utilizadas en muchas cultivadas gerundenses. El mercado, muy dinámico en los siglos XII y XIII pierde importancia a favor del de La Bisbal (otorgado por Jaume II en 1322), decadencia marcada por las disputas entre el Conde de Barcelona y el Conde de Empúries, señores de Monells.
Del mercado nos queda la actual plaza porticada, de los siglos XVI a XVIII.
En 1247, Simó de Palau, vizconde de Bas y señor de Monells, muere, heredando el castillo y la villa su hija Sibil.la, condesa de Empúries, ya partir de ese momento Monells pertenece al Condado de Empúries.
La villa estaba amurallada, de forma independiente del castillo. Del castillo quedan los restos de una cerradura de muralla, y la base de una torre.

LA LEYENDA DE LA CABRA DE ORO

Durante los diversos conflictos entre los condados de Barcelona y de Empúries, se dice que una vez el señor de Monells, viendo desde las almenas del castillo el pueblo asediado, mandó al herrero del castillo herrar a los caballos para marcharse y le ordenó que pusiera las herraduras al revés, giras.
Después hizo reunir el oro, anillos, collares, brillantes, pendientes, y otras joyas, y le dio el encargo de fundirlo todo y hacer una cabra de oro.
A medianoche, la cabra ya estaba hecha, y ordenó dejarla en la sala principal del castillo y dijo: "Me tomarán las tierras y el pueblo, pero no obtendrán ni una onza de oro". Y con la oscuridad huyó.
Los enemigos no adivinaron qué dirección había tomado porque cada huella del caballo parecía acercarlos cada vez más al castillo. El castillo se derrumbó y guardó bajo los escombros la cabra de oro.